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Mercado Ibérico
Expansión
Ana L. Gracia y María Ciriza


"Desde el Atlántico hasta los Pirineos conviven dos países que, muy fieles a su propio carácter, se unifican para hablar de oportunidades.


De España, hablan como si fuera un irmão maior. Y es que, a pesar de ser un país cinco veces más pequeño en dimensión, con una superficie de casi cien mil kilómetros cuadrados, y una población que no llega a los diez millones de personas, Portugal ha sabido exprimir las oportunidades que le brinda compartir la Península Ibérica con la octava potencial mundial.


Juntos como hermanos, se apuntaron al desafío de ayudar a construir una Europa fuerte, solidaria, económica y socialmente cada vez más próspera en 1986. Desde ese año, tanto el uno como el otro han derrumbado las barreras divisorias y han formado empresas ibéricas para sacarlas a competir en la división mundial, olvidándose del larguísimo período en el que vivieron de espaldas, cuando ambos países estaban bajo el mandato de una dictadura, los intercambios eran “escasísimos” y el desconocimiento mutuo “profundo”, comenta Jose Filipe Moraes, embajador de Portugal en España.


Ahora, ni españoles ni portugueses viven con el recelo de otros tiempos y, aunque la economía lusa depende en gran medida del comercio con España, ni por asomo renunciaría a su patria para formar, junto con los españoles, un país de 55 millones de habitantes que se denominara Iberia. Sentimiento
ibérico sí que existe, pero una posible colonización española es vista como una misión imposible.


“Portugal tiene su propio carácter, y estamos muy bien como estamos. Eso sí, estamos muy orgullosos con la relación de hermandad que creamos con España, que ya tiene bastantes problemas como para añadirle uno más”, afirma Aureliano Neves, presidente de la Cámara de Comercio hispano-lusa.


“¿Qué otra unión más allá de la que generan el proyecto europeo y la convergencia de intereses en otras áreas, como el África suhsahariana y las grandes economías emergentes de Asia, cabe imaginar entre estas dos viejas naciones peninsulares, tan orgullosas de su propia y diversificada identidad como de la fraternidad que han logrado generar recíprocamente?”, se pregunta Enrique Panés, embajador de España en Portugal.


En ambos países se respira ya cierta curiosidad y un interés sensible “por los idiomas, las culturas, las historias respectivas y el incremento de la cooperación transfronteriza, de la movilidad de los agentes económicos y de las presencias empresariales que han contribuido a desarrollar ese conocimiento recíproco”, señala Moraes. Pero, a pesar del acercamiento, hay que superar la eterna barrera del desconocimiento y moldear la imagen distorsionada que aún se recibe de Portugal en territorio español, un socavón que resta importancia a la calidad que desprenden los productos lusos que se comercializan en España. “Los españoles, al contrario que los portugueses, no se impresionan cuando consumen un buen producto portugués. Es más, desconfían de ellos y los desprecian. Sin embargo, los portugueses no reaccionan y no hacen nada para cambiar la mala imagen que exportan”, reclama Neves. Por el contrario, dice, los portugueses adoran la vida española y saben apreciar los productos de alta calidad con sello español.


 


Tres mapas ibéricos



El Embajador de Portugal en España, Jose Filipe Moraes, diferencia tres tipos de mapas que conviven en la Península Ibérica. El primero, el mapa político, “que consagra la existencia de dos estados independientes y que mantienen y mantendrán sus identidades políticas propias”.


El segundo, el de la variedad cultural y lingüística, que “coexiste en el seno de la Península y que es más plural, más diferenciado, consiguiendo que varias realidades convivan en un mismo espacio geográfico”.


El tercero es el mapa económico, donde tiende a surgir una realidad única que abarca todo el territorio peninsular, “desde el Atlántico hasta los Pirineos, gracias a las inversiones recíprocas, al cruce de presencias empresariales, a la intensidad de los intercambios comerciales”, apunta.


Los dos países ibéricos, unidos por la frontera más amplia de la UE –1.250 kilómetros– deben estrechar aún más su complicidad, y eso que la maquinaria ibérica está perfectamente engrasada.
Los datos lo corroboran: hay más de tres mil empresas españolas en Portugal y unas 400 compañías lusas, más o menos, trabajan en suelo español, facturan unos 11.000 millones de euros y emplean a más de 20.000 personas. El flujo comercial ibérico supone unos 24.000 millones de euros y España es el principal cliente y proveedor de Portugal desde hace muchos años.


“Empresarialmente, España ha aportado a Portugal tecnología, una mayor masa crítica para enfrentarse a los desafíos de la globalización; inversiones anuales próximas a los 1.900 millones de euros en el último trienio y la creación de unos 80.000 empleos, gracias a las 800 empresas con participación española en Portugal”, enumera Panés.


 


La unión hace la fuerza


Ni españoles ni portugueses niegan que, actualmente, están más unidos que nunca: el dinero, las mercancías, los trabajadores, los turistas y las empresas van de aquí para allí sin ni siquiera percatarse de dónde se localiza la línea divisoria. Los jóvenes portugueses vienen a España para trabajar, y presentan un perfil mucho más desarrollado.


“Ahora, se oferta un nuevo joven portugués formado y con estudios que llega a España para desempeñar altos cargos, muy lejos de los taxistas, mineros y obreros de antaño”, dice Neves. Les encanta comprar en Zara o en El Corte Inglés, echar gasolina en Repsol o Cepsa, asegurarse en Mapfre y aprecian la eficiencia de bancos como Santander o BBVA. Para los españoles tampoco pasan desapercibidos nombres como el grupo petroquímico luso Galp, que en España cuenta con más de 200 estaciones de servicio; el energético EDP o el grupo Luís Simões.


España es el primer cliente y suministrador de Portugal, asumiendo el 30% de sus importaciones y exportaciones. Portugal es el tercer cliente español, tras Francia y Alemania, y su sexto proveedor.
España es considerada el mercado natural de las empresas portuguesas que desean internacionalizarse.


Aparte del alto déficit presupuestario de Portugal, que lo diferencia totalmente de los superávits de los últimos años en España, la sociedad española en su conjunto ha tenido en estos últimos años una mayor confianza y seguridad en el futuro, lo que ha permitido a los empresarios nacionales invertir fuertemente dentro y fuera de sus fronteras.


Los últimos años han servido también para resolver, en gran parte, “las insuficiencias físicas que dificultaban históricamente nuestra relación y establecer las bases de un entendimiento cada vez más estrecho”, califica Moraes.


Hoy, “Portugal vende a España el 30% de sus exportaciones y España vende a Portugal más que al conjunto de los países latinoamericanos”, continúa Moraes. Las relaciones fronterizas tienen una destacada dinámica, y son un abono muy importante para el estrechamiento de las relaciones bilaterales, económicas, culturales y humanas.


“No sólo en términos comerciales, sino también en el ámbito social. Las mujeres del Alentejo portugués cruzan la raya para tener a sus hijos en Badajoz” gracias a un convenio sanitario firmado por las autoridades extremeñas con Portugal, recuerda Neves.


Es lógico que el empresario de Portugal se adentre en un mercado de casi “45 millones de consumidores, con hábitos similares al propio, niveles de gasto elevados y ausencia de prejuicios hacia los productos portugueses”, considera Panés. “Todos nos beneficiamos de esta relación económica bilateral en mercados terceros, en la cuenca mediterránea, en África, donde Portugal tiene
una presencia histórica significativa, y en América Latina, sobre todo en Brasil”, recuerda Moraes."

 

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